viernes, 19 de junio de 2015

Perlitas Darwinianas 1

“La principal distinción en las facultades intelectuales de los dos sexos se evidencia en el hombre alcanzando éste una eminencia superior, en todo lo que emprende, que la que la mujer pueda obtener si dicha empresa requiere reflexión profunda, razón o imaginación, o simplemente el uso de las manos y los sentidos. Si se confeccionaran sendas listas de los hombres y mujeres más eminentes en la poesía, la pintura, la escultura, la composición e interpretación musical, la historia, la ciencia y la filosofía, con media docena de nombres en cada tema, ambas listas no resistirían comparación. También podemos inferir, a partir de la ley de la desviación de los promedios, tan bien ilustrada por el Sr. Galton, en su trabajo sobre "El genio hereditario", que si los hombres son capaces de decidida eminencia sobre las mujeres en muchos temas, el nivel promedio de la capacidad mental en el hombre debe estar por encima de la de la mujer.”

Charles Darwin, The descent of man pgs. 311-312 vol.II (1871)

viernes, 3 de abril de 2015

Christian Schubart, Caracterización de las tonalidades.

Caracterización de las tonalidades

Do mayor: Completamente puro. Su carácter es: Inocencia, simplicidad, ingenuidad, diálogo infantil.
Do menor: Declaración de amor y al mismo tiempo el lamento por su infelicidad. Toda la languidez, el anhelo,  el suspirar del alma enferma de mal de amores reside en esta tonalidad.
Re bemol mayor: Una tonalidad lasciva, que degenera en dolor y arrebato. No es capaz de reír, pero puede sonreír; no puede aullar, pero puede al menos hacer la mueca de su llanto. Consecuentemente solo excepcionales personalidades y sentimientos pueden ser expresados en esta tonalidad.
Do sostenido menor: Lamento penitente, íntima conversación con Dios; suspiros de amistad y amor despechados yacen en este ámbito tonal.
Re mayor: La tonalidad del triunfo, de aleluyas, de cantos de guerra, de regocijo por la victoria. Por esto, las sinfonías convocantes, las marchas, las canciones de días conmemorativos y coros de celebración celestial son compuestos en esta clave.
Re menor: Melancolía femenil, la fuente de esos humores.
Mi bemol  menor: Sentimientos de la angustia del alma en su más profunda aflicción, de creciente desesperación, de la más oscura depresión, de la más triste condición. Cada temor, cada espasmo del corazón estremecido, exhala el horrible Mi bemol menor. Si los fantasmas pudieran hablar, su discurso se aproximaría a esta sonoridad.
Mi bemol mayor: La tonalidad del amor, de la devoción, de la íntima conversación con Dios; debido a sus tres bemoles (según Euler) que expresan la sagrada trinidad.
Mi mayor: Ruidosos gritos de alegría, risueño goce insaciable, el completo placer reside en Mi mayor.
Mi menor: Ingenua, femenina, inocente declaración de amor, lamento sin queja; suspiros acompañados de tenues lágrimas; esta tonalidad refiere la inminente esperanza de resolver en la pura felicidad de Do mayor. Debido a que por naturaleza tiene un solo color, puede ser comparada a una dama, vestida de blanco, luciendo un lazo rojo en su pecho. Desde esta clave uno se dirige con inefable encanto de regreso a la fundamental de Do mayor, donde el corazón y el oído hallan la más completa satisfacción.
Fa mayor: Complacencia y calma.
Fa menor: Profunda depresión, lamento fúnebre, gemidos de infelicidad y anhelo por la tumba.
Sol bemol mayor: Triunfo sobre las dificultades, respiro de alivio al haber superado los obstáculos; eco de un alma que ha luchado ferozmente y finalmente ha vencido yace en todos los usos de esta clave.
Fa sostenido menor: Una tonalidad sombría: Tira de la pasión como un perro tironea al morder un vestido. Resentimiento y descontento son su lenguaje. En realidad no parece agradarle su propia posición: por tanto deriva tanto hacia la calma del La menor como a la triunfante felicidad del Re mayor.
Sol mayor: Todo rústico, idílico y lírico, cada calma y pasión satisfecha, cada tierna gratitud por la sincera amistad y el amor fiel, en una palabra, cada suave y pacífica emoción del corazón es expresada adecuadamente por esta tonalidad. Qué pena que por su aparente superficialidad sea tan olvidada en estos días…
Sol menor: Descontento, intranquilo, preocupado por un plan fallido, malhumorado rechinar de dientes; en una palabra: resentimiento y aversión.
La bemol mayor: La tonalidad de la tumba. Muerte, sepulcro, putrefacción, juzgamiento, eternidad yacen en su radio.
Sol sostenido menor: Rezongo, corazón estrujado hasta la sofocación; lamentaciones que suspiran en dobles sostenidos, combate dificultoso; en una palabra, el color de esta clave es de todo luchando contra la complicación.
La mayor: Esta tonalidad incluye declaraciones de amor inocente, satisfacción con la propia situación de relaciones; la esperanza de ver al ser amado otra vez antes de partir; juvenil entusiasmo y confianza en Dios.
La menor: Piadosa femineidad y carácter tierno.
Si bemol mayor: Jovial amor, claridad de conciencia, esperanza y aspiración por un mundo mejor.
Si bemol menor: Una peculiar criatura, frecuentemente vestida con los vestidos de la noche. Es algo hosca y rara vez adopta un semblante placentero. Se burla de Dios y del mundo; disconforme consigo misma y con todo; los preparativos para el suicidio suenan en esta clave.
Si mayor: Vivamente coloreada, anunciadora de pasiones salvajes, compuesta de los mas rutilantes tonos. Enojo, rabia, celos, furia, desesperación y cada emoción del corazón pertenece a su esfera.
Si menor: Esta es como si fuera la tonalidad de la paciencia, de calma espera del propio destino y la sumisión a la voluntad divina. Por ese motivo, su lamento es tan tenue, sin jamás romper en murmuraciones ofensivas o lloriqueos. El uso de esta clave es algo dificultoso para todos los instrumentos; esta es la razón por la que se hallan tan pocas piezas expresamente compuestas en esta tonalidad.

Christian Schubart, Ideen zu einer Aesthetik der Tonkunst, 1784

miércoles, 4 de febrero de 2015

El autómata chino



En una época bastante lejana vivía un rey llamado Ta-ch’uan que reinaba sobre un gran reino. El rey tenía cinco hijos: el primero era sagaz, el segundo ingenioso, el tercero era hermoso, el cuarto dotado de natural autoridad, el quinto poseía a que esa virtud que sabe procurar la felicidad.

Un día, el rey les pidió a sus hijos componer el elogio de la superioridad de la que cada uno se alababa con respecto a los otros. El segundogénito dijo de este modo: “el ingenio ayuda a construir las cosas más variadas, empleando hábiles artificios; he fabricado un hombre de madera, parecidísimo a un hombre de verdad, hasta el punto de engañar. Este hombre se mueve, corre, se sienta y se levanta; baila y canta maravillosamente. Todos los que lo han visto se han declarado contentos; le han traído regalos; muchos no han comprendido el engaño”.

Una vez, el inventor fue a un país extranjero, llevándose el autómata. Quien lo vio admiró su elegancia y su habilidad en la danza: a todos, el constructor decía con orgullo: “Es mi hijo”. Oyó hablar de él el rey del país y quiso ver al virtuoso bailarín. Fue conducido ante el rey: el autómata bailó, cantó, se exhibió en juegos tan complicados como ingeniosos: hasta entonces no se había visto nunca un artista tan hábil.

Hacia el final de la representación, sin embargo, ocurrió un hecho singular: el bailarín empezó a mirar a la reina fijamente en los ojos, con muda adoración. “¡Que se le corté la cabeza!”, ordenó el rey inesperadamente severo. El Padre imploró un favor: “Que me sea permitido matarlo con mis propias manos”. Y se acercó al autómata tocándolo sobre un hombro: la criatura se hizo mil pedazos.

El rey exclamó: “¿Cómo he podido condenar un trozo de madera? Con todo, esta criatura es de una ingeniosidad maravillosa: el mecanismo consta de 364 articulaciones; es ciertamente superior a un hombre verdadero”. Y le regaló al inventor cien mil millones de monedas.
Reproducido en "Los falsos adanes" de Gian Paolo Ceserani (1969)